martes, 12 de agosto de 2008

AÑOS.

Áridas rosas resbalan resplandecientes,
Gritan agónicas por qué se acaba el día,
¿qué escuchan mis ojos?
¿qué ven mis oídos?
Es la señora edad que hoy se ha vestido.
No, no me persiga, que aún tengo cutis de flor
alma de niña y fuerza para mil estíos.
Se desvanecen los días cual agua fresca en verano,
Llega la noche y duermo en el regazo de la luna.
Sueño y canto, cual joven apasionada,
Y es que no soy tan vieja como usted
Quiera que me viera.
¿Por qué poner números a mi alma?
¿Por qué tantas tartas?
Si yo no soy vieja, ni lo seré nunca,
Aunque me quieran pendeja,
Mi hija siempre me verá más joven que ella.
Si aunque llore y tenga pataletas,
No son más que muestras de la juventud
Que no me deja.
Así que márchese vieja pelleja,
Que yo no cumplo años,
Sino primaveras.

Manchas de tinta.

Se mancharon mis dedos de tinta roja, lamí mis extremidades con ansias insatisfechas y recordé que ya nunca más, nunca jamás podría volver a sentir esa soledad recorrer mi espalda. Ese sentimiento de soledad y anhelo que embriaga. Ese soñar enojado.

Atardece...

Y todo es rojo, el sol muere poco a poco derramando sus rayos sobre el horizonte tiñiendo el cielo apasionadamente gritando agonías, viendo como lo traga la noche. Siento mi sangre galopar entre mis carnes y tengo sed. Pienso en mi cárcel, voluntaria esplendorosa e imagino lugares donde ir. Y me limito a aferrar lo único que me queda, mi mente.